En la mira

¡Asesinos!

 

Se llamaba Anastasio Hernández Rojas. Tenía 35 años de edad y tuvo la mala ocurrencia de irse a Estados Unidos como tantos otros que buscan una vida mejor, sin pasaporte ni visa (“Espaldas mojadas” les decían antes). Lo agarraron y el viernes 28 de mayo, los agentes de la Patrulla Fronteriza de aquel país lo llevaban deportado a la línea fronteriza con Tijuana.

El mal trato, las malas palabras, la desesperación causaron un conflicto entre el detenido y uno de los patrulleros que reaccionó con furia a golpes. Luego llegaron otros 20 de sus compañeros y le aplicaron descargas eléctricas al mexicano, lo tiraron al suelo y lo patearon… Siguieron los golpes y las descargas. Anastacio alcanzó a gatear hasta la Puerta México, una de las entradas a México por Tijuana, pero los golpes en la cabeza hicieron efecto y le provocaron derrame cerebral. Ahí quedó, tendido, a punto de cruzar hacia su país. No pudo llegar.

Del otro lado, una mujer había dado la voz de alarma a los agentes del Instituto Nacional de Migración, les pidió que hicieran algo porque los gringos estaban medio matando a un compatriota, pero el asesinato ocurría en Estados Unidos y no podían hacer nada.

Los que observaban la escena le gritaban a los patrulleros que lo dejaran, que ya no lo patearan, pero estaban como perros desquitando toda la rabia que su personalidad bestial ha acumulado desde su nacimiento, el odio al “greaser” mal comido, mal vestido que “invade” su país sin documentos buscando trabajo.

Anastasio dejó de moverse. Ya no pudo gatear. Tuvieron que llamar a los paramédicos, que intentaron reanimarlo, pero ya no pudieron hacer nada, se lo llevaron al Scripps Memorial Hospital, donde le declararon muerte cerebral.

Esa es la policía que vigila la frontera del lado del norte.

Asesinan a la vista de todos y nadie puede hacer nada.

Psicópatas con placa. El perfil ideal para desempeñar ese trabajo.

El agente que llevaba detenido a Anastasio dice que éste se resistía a ser deportado y por eso hizo con él lo que hizo. Para eso lo ayudaron otros 20.

Fue homicidio en pandilla.

Nada más falta que justifiquen al patrullero y lo declaren inocente “porque los 20 atacantes actuaban en defensa propia”.

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